martes, agosto 07, 2007

Carta a una violeta soñadora (10). "Una tarta para ti"


Querida violeta:

Necesito contactar contigo para que sepas de mi recuerdo por ti. Yo sé que, como buena planta y agradecida que eres, te alegrarás, y quizás lo celebres como si fuera tu cumpleaños regalándome una de tus hermosas flores, aunque no creo yo que las violetas sepan de ese tipo de celebraciones cada año, porque si así fuera, sería yo el primero en regalarte la tarta que nunca has tenido, la tarta más grande del mundo, una inmensa tarta de güisqui, por ejemplo, con lo menos 370 velas, para que tú, con tus hojas o tus ojos o tus labios fueras apagándolas una a una, mientras yo, detrás de tu maceta, acariciaría tus flores y tu tallo y tu esencia de planta igual que si fueras mujer, como el que no quiere la cosa, a lo tonto, es decir, como un amado despistado que toca amando pero sin dar a entender que ama y toca, sino que quiere con todo su corazón.
Sigo estando loco, ¿verdad? Ay, cómo no pude encontrarte cuando echabas tus raíces en la vida. Ay, cómo habré podido dejarte ir de mi jardín o del alféizar de mi ventana. Ay, cómo no he ido a buscarte ya para arrancarte de manos ajenas que tal vez te estén dejando morir de sed y de amor en cualquier rincón. Ay, querida violeta: ¡ay!
Tuyo.

jueves, mayo 17, 2007

Carta a una violeta soñadora (9). "Tristezas del ayer para hoy"

Querida violeta:
Cuánto tiempo sin escribirte, y cuánto lo siento, pero la vida es así, y está ahí, va pasando, porque no la podemos cambiar. En los últimos tiempos he andado con una serie de gente que tú no conoces, todos ellos de la calle Sola del barrio de Canterías de la ciudad de Tornas, como un tal Antuán Constantino y su bella y esquiva amada Helga Tarbonano, o el profesor Restituto Altamirano y su esposa la condesa, incluso con la decana de las putas de ese barrio llamada Magdalena, la Magna, y su colega Carmela, la Dichosa, entre otros personajes de fuste.
No te puedes imaginar lo que me ha dolido la llegada de la primavera como si fuera una carta tuya y la leyera, quizás porque te quiero mucho, quizás porque este amor nuestro ha ido in crescendo y cada vez es más exigente con uno mismo, porque lo quiere todo para uno, lejos de los demás, sin intervención de nadie en nuestras existencias, con el deseo imposible de modificar el pasado y hacerlo uno a su medida, pero el pasado no se puede cambiar, jamás, y eso para mí, en este caso en concreto, es muy doloroso, porque borraría de un plumazo todo los pasos de tu transcurso vital, tu pasado, absolutamente toda tu vida, pues me gustaría hacerla a mi semejanza, donde yo solo fuera el partícipe de tu existencia plena en las cosas de la vida y del amor. ¡Qué pretensiones por mi parte, querida violeta! ¡Cambiar la vida de la amada para hacer de ella la mujer o la planta de sus sueños sin un pero siquiera! ¡Qué iluso es uno a veces! ¡Qué imbécil!
Gracias por tu carta, trayendo la primavera con tus flores. Nunca quise saber de tu primer pasado pero, al propio tiempo, lo necesitaba, no sé si para martirizarme o para terminar de conocerlo todo y tener conciencia exacta de los condicionantes que me asaltan por ser tan posesivo con las cosas del amor, porque no puedo olvidar que estás en una maceta que no es mía y que regalas o has regalado tus flores a otros y no a mí. De todas formas, creo que has sido sincera, no he visto dudas en tu carta que me ha traído esta hermosa estación, si acaso una, el que no recuerdes si hiciste el amor más veces al florecer, pero ya es igual, es tu pasado y ha sido tu vida donde yo no he podido intervenir porque los hados del tiempo y del destino no se pusieron de nuestra parte: tú una planta, yo un hombre enamorado de una violácea y su flor.
Sinceramente, anoche te dije en sueños, o tal vez despierto, que vaya lástima no haberte conocido en tu vivero de la adolescencia y hacerte mía para compartir un amor grande, aunque a lo mejor -a lo mejor no, seguro-, nada hubiera sido igual, ni se acercaría o asemejaría a la historia de amor que estamos viviendo ahora mismo, donde detalles pequeños los hemos hecho excelsos, donde detalles grandes nos ha hecho a nosotros más grandes en nuestra entrega amorosa como amantes y amados, donde cosas tan naturales como simples miradas hemos sido capaces de convertirlas en verdaderos actos amatorios gracias a tus tallos y mi piel.
A veces, sólo a veces, como ahora, nuestro amor se me convierte en sufrimiento, en un verdadero martirio, quizás por no tener mirada hacia atrás, quizás por no querer esa mirada porque no hay huella alguna de nosotros dos, nada en común, sólo el anonimato, el desconocimiento de la existencia de uno y del otro, por no habernos encontrado, por no habernos topado en la vida o la vida no haber querido que nos conociéramos en el momento de evitar ese pasado que me duele. En fin. Qué díficil es todo a veces. Sí: sin duda no puede cambiar uno el maldito pasado, y a fe que si pudiera cambiaría el tuyo, y no sólo el pasado, sino también el presente, para unirlo al mío en toda su amplitud, en toda su extensión como violeta convertida en mujer junto a un hombre, siempre con la mirada hacia delante, hacia el futuro, olvidados del pasado, en pos de ese vivero para alimentar el crecimiento de nuestro amor.
Quiero terminar esta carta, querida violeta, diciéndote que te quiero, y que te amo, y que a pesar de todo y que a pesar de mis pesares, ha sido una suerte grande haberte conocido y estar viviendo esta historia de amor contigo, y que sé de tu entrega hacia mí hasta lo más hondo de tu ser, circunstancia que espero no cambie nunca, y si cambia, que sea para tu bien y no me cause dolor alguno a mí, pues no lo merece el amor que siento por ti, porque ningún hombre ha amado a una planta, a una violeta, tan linda como tú.
Recibe mi beso más delicado, para despertar tu esencia de planta y flor enamorada.
Tuyo.

miércoles, febrero 14, 2007

Carta a una violeta soñadora (8). "Un día excelso como todos los días para nuestro amor"

Querida violeta:

Cuánto tiempo sin contactar contigo. No pienses que lo hago hoy porque dicen que es el Día de los enamorados, ni muchísimos menos, porque para mí todos los días lo son cuando pienso en ti, cuando saboreo con mi memoria tus lindas hojas que a veces me imagino que son las nalgas de una mujer enamorada en una foto hecha para mí, porque así te veo, pues además tus flores son tus senos y tus labios y tus mejillas y tu frente adornada con ese flequillo alocado cuando aún no han terminado de florecer.
Hoy ha amanecido un día hermoso, brillante, sin un celaje que echarse a la vista, sin embargo, tras el sol encuentro una nubecilla juguetona que me atormenta, y es tu lejanía, querida violeta, porque es muy triste para mí que tu semblante lo rieguen otras personas, que tus gestos de flor desde que amanece hasta que anochece no luzcan para quien tanto te ama, que esa maceta pedestal de tu vida no pueda ser abrazada por mí a cada instante, al fin tu cuerpo y tu amor.
Me obsesiona verte fotografiada apenas vestida con una tentación, adornado sólo tu cuerpo con un colgante y una pulsera de plata de ley con fulgores malva que desprendan tu amor por mí, y aunque sé que es imposible, porque no dejas de ser una planta, yo te imagino así, y mi mente te fotografía en cientos de ocasiones, a veces desnuda completamente, a veces de espaldas dejando ver tus nalgas o tus hojas que me enloquecen, a veces enseñando tus senos encendidos como luces de neón.
No olvides nunca mi amor por ti, querida violeta.
Tuyo.