jueves, mayo 17, 2007

Carta a una violeta soñadora (9). "Tristezas del ayer para hoy"

Querida violeta:
Cuánto tiempo sin escribirte, y cuánto lo siento, pero la vida es así, y está ahí, va pasando, porque no la podemos cambiar. En los últimos tiempos he andado con una serie de gente que tú no conoces, todos ellos de la calle Sola del barrio de Canterías de la ciudad de Tornas, como un tal Antuán Constantino y su bella y esquiva amada Helga Tarbonano, o el profesor Restituto Altamirano y su esposa la condesa, incluso con la decana de las putas de ese barrio llamada Magdalena, la Magna, y su colega Carmela, la Dichosa, entre otros personajes de fuste.
No te puedes imaginar lo que me ha dolido la llegada de la primavera como si fuera una carta tuya y la leyera, quizás porque te quiero mucho, quizás porque este amor nuestro ha ido in crescendo y cada vez es más exigente con uno mismo, porque lo quiere todo para uno, lejos de los demás, sin intervención de nadie en nuestras existencias, con el deseo imposible de modificar el pasado y hacerlo uno a su medida, pero el pasado no se puede cambiar, jamás, y eso para mí, en este caso en concreto, es muy doloroso, porque borraría de un plumazo todo los pasos de tu transcurso vital, tu pasado, absolutamente toda tu vida, pues me gustaría hacerla a mi semejanza, donde yo solo fuera el partícipe de tu existencia plena en las cosas de la vida y del amor. ¡Qué pretensiones por mi parte, querida violeta! ¡Cambiar la vida de la amada para hacer de ella la mujer o la planta de sus sueños sin un pero siquiera! ¡Qué iluso es uno a veces! ¡Qué imbécil!
Gracias por tu carta, trayendo la primavera con tus flores. Nunca quise saber de tu primer pasado pero, al propio tiempo, lo necesitaba, no sé si para martirizarme o para terminar de conocerlo todo y tener conciencia exacta de los condicionantes que me asaltan por ser tan posesivo con las cosas del amor, porque no puedo olvidar que estás en una maceta que no es mía y que regalas o has regalado tus flores a otros y no a mí. De todas formas, creo que has sido sincera, no he visto dudas en tu carta que me ha traído esta hermosa estación, si acaso una, el que no recuerdes si hiciste el amor más veces al florecer, pero ya es igual, es tu pasado y ha sido tu vida donde yo no he podido intervenir porque los hados del tiempo y del destino no se pusieron de nuestra parte: tú una planta, yo un hombre enamorado de una violácea y su flor.
Sinceramente, anoche te dije en sueños, o tal vez despierto, que vaya lástima no haberte conocido en tu vivero de la adolescencia y hacerte mía para compartir un amor grande, aunque a lo mejor -a lo mejor no, seguro-, nada hubiera sido igual, ni se acercaría o asemejaría a la historia de amor que estamos viviendo ahora mismo, donde detalles pequeños los hemos hecho excelsos, donde detalles grandes nos ha hecho a nosotros más grandes en nuestra entrega amorosa como amantes y amados, donde cosas tan naturales como simples miradas hemos sido capaces de convertirlas en verdaderos actos amatorios gracias a tus tallos y mi piel.
A veces, sólo a veces, como ahora, nuestro amor se me convierte en sufrimiento, en un verdadero martirio, quizás por no tener mirada hacia atrás, quizás por no querer esa mirada porque no hay huella alguna de nosotros dos, nada en común, sólo el anonimato, el desconocimiento de la existencia de uno y del otro, por no habernos encontrado, por no habernos topado en la vida o la vida no haber querido que nos conociéramos en el momento de evitar ese pasado que me duele. En fin. Qué díficil es todo a veces. Sí: sin duda no puede cambiar uno el maldito pasado, y a fe que si pudiera cambiaría el tuyo, y no sólo el pasado, sino también el presente, para unirlo al mío en toda su amplitud, en toda su extensión como violeta convertida en mujer junto a un hombre, siempre con la mirada hacia delante, hacia el futuro, olvidados del pasado, en pos de ese vivero para alimentar el crecimiento de nuestro amor.
Quiero terminar esta carta, querida violeta, diciéndote que te quiero, y que te amo, y que a pesar de todo y que a pesar de mis pesares, ha sido una suerte grande haberte conocido y estar viviendo esta historia de amor contigo, y que sé de tu entrega hacia mí hasta lo más hondo de tu ser, circunstancia que espero no cambie nunca, y si cambia, que sea para tu bien y no me cause dolor alguno a mí, pues no lo merece el amor que siento por ti, porque ningún hombre ha amado a una planta, a una violeta, tan linda como tú.
Recibe mi beso más delicado, para despertar tu esencia de planta y flor enamorada.
Tuyo.

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