lunes, octubre 23, 2006

Carta a una violeta soñadora (5) "El baile de la discordia"

Querida violeta:
Anoche soñé contigo, y no es la primera vez, como me imagino ya sabrás. A veces, querida mía, el amor nuestro pasa de sublime y excelso y colosal y prodigioso y soberano y primoroso y extraordinario a horroroso y tremebundo y espantoso y torvo y lamentable y espeluznante y siniestro por culpa de los celos que todo lo dominan, tanto a ti como a mí, porque no me dirás que a ti no te ocurre lo mismo, que yo lo sé a ciencia cierta y además se te exteriorizan poniéndote mustia como una violeta.
Pues como te decía, soñé contigo nada más y nada menos que te hallabas en el centro de un gran salón de baile y todos los hombres, a miles, querían bailar contigo el "Imagine" de John Lennon y poco más tarde, otros miles distintos todos, se arrodillaban ante ti para que le concedieras el honor de bailar también el tema de Maná "Sábanas frías". Qué pesadilla, Dios mío. A veces el amor se convierte en eso, en una pesadilla, querida violeta.
Y cambiando de tema, vengo pensando estos últimos días en comprarte unos zapatos, o al menos elegirlos para ti. Pienso y repienso en cómo te vas a desplazar arrastrando tu maceta y qué tipo de zapatos le gustan a las violetas, si con tacón o sin tacón, que si de goma o de suela, con punta fina o gruesa, en fin, espero acertar, amada mía, y que cuando vayas paseando tu palmito te conviertas en la sirena de la tierra y la naturaleza, aunque tú ya lo eres con esa hermosura que Dios te ha dado, querida violeta.
Ahora recuerdo nuestros primeros momentos, cuando tú no querías aceptar mi amor de hombre por el simple hecho de ser un amor de hombre, y me decías una y otra vez, repetitiva como tú sola, que, aunque violeta, no eras mala chica, y que tus negativas hacia mis pretensiones eran producto de los sentimientos que ya percibías en lo más profundo de tu corazón, temerosa entonces, pero reconociendo finalmente que ya tu amor era más importante que cualquiera de los valores de la vida. Qué bonito, querida violeta.
Sin lugar a dudas, es una hermosa historia de amor la nuestra que alguien debería escribir, ¿verdad? ¿Qué título le pondrías? Bueno, al menos quedará nuestra correspondencia, si alguien no la quema con su envidia en una noche de cristales o amores rotos.
Desde la sombra de la palmera de mi amor, y de tu amor, recibe mis besos y mis caricias,
Tuyo.

miércoles, octubre 18, 2006

Carta a una violeta soñadora (4) "Nuestro aniversario"

Querida violeta:
Probablemente no lo recordarás, pero hoy es nuestro aniversario, porque un día como hoy del pasado año fue cuando me enamoraste con tus hojas y tus flores en aquella floristería lúgubre y de mala muerte, más parecida a la oficina de un viejo recaudador de impuestos que otra cosa. Desde luego, no olvidaré aquel día, ni el momento sublime en que me acerqué a ti y te cogí en mis manos, percibiendo al tocar tu maceta la sensación de que nos dábamos un efímero beso, o mejor un escuálido beso que después, pasado el tiempo, dejó de ser flaco, macilento para convertirse en excelso y cimiento de un amor incomparable. Debo estar loco, sin duda.
Bueno sería que pudiera acercame a ti y acariciar tus flores, como si fueras la más linda musa desnuda; bueno sería, también, amada mía, que los hados me permitieran regalarte un libro, unas bellas canciones, mi voz en susurros, un beso, mi aroma personal y un hálito de mi vida. Pero la lejanía nos impone tantas limitaciones y tantos sinsabores que nuestro amor perdura por tal como somos, o porque el amor por sí mismo es majadero, se empecina en unir a dos seres contra viento y marea, por muy traicioneros que sean los vientos y enormes las marejadas.
Mirando hacia atrás, ahora me viene a la memoria cuando, en cierta ocasión, te dije que no te mostraras de determinada manera ante los hombres, aquel aciago día en que al verte al lado de un hombre miserable pensé que una violeta bellísima como tú no podía comportarse así, tan afable y tan sonriente ante semejante individuo, abriendo tus flores y extendiendo tus hojas como si fueran los brazos de una mujer simple, o simplona por ingenua. Qué disgusto me hiciste coger, y encima, a mi entender, te escuché decir que algunas de tus actitudes eran las propias de una chiquilla, como si una violeta pudiera ser una chiquilla o una mujer una violeta. Gracias que, después, cuando te regaba, todo acabó diciéndome tú que me amarías siempre y que significaba mucho para ti y yo, después de la ventisca, haciéndote saber que nunca te haría daño y que sólo pretendía tu felicidad. ¡Cosas de enamorados!
No sé si despedirme de ti felicitándote por este aniversario nuestro, porque quizás no te merezca la pena soportarme, pero que así sea y aquí en esta misiva quede, para bien o para mal, a pesar de los pesares, querida violeta.
Tuyo.

lunes, octubre 16, 2006

Carta a una violeta soñadora (3) "Recuerdos"

Querida violeta:
Hoy me siento cansado. La vida es dura, o a veces la hacemos dura, querida mía. Sigo como ayer repasando papeles, y en uno he encontrado la factura de tu compra, allá por un mes de julio, y no sé por qué en vez de una factura a mi parecer tenía en mis manos una serie de documentos bancarios en inglés y una tarjeta de crédito de un banco de New York cortada en cuatro trozos. Entonces, amada mía, me imaginé el momento en que pasaste a ser mía, cuando acaricé tus hojas y tus flores, te leí un pequeño relato y besé tus labios de violeta, ante tu estupefacción, es verdad, pero con tu correspondencia, desde luego, porque si no fue así que venga el diablo y me lleve.
Recuerdo que, a partir de aquel instante, te coloqué en el balcón de mi memoria, entre sol y sombra, y leí en tu bonita faz que no salías de tu asombro, porque no entendías nuestro beso, mucho menos siendo tú una violeta y yo un hombre. ¡Y es que la vida es una peripecia! ¿O no, querida mía?
Me sentí preocupado aquel día, porque mi atrevimiento podía costarme tu lejanía para toda la vida, y hasta tu reacción por ofendida tenía todos los visos de que te pusieras mustia y perdieras tus flores, al fin y al cabo el futuro amor hacia mí. Afortunadamente no ocurrió así y aquí continuamos, a veces haciendo de la lejanía una cama de hotel y de la cercanía una ansiedad propia de los más celosos amantes.
¿Te regué ese día? No lo recuerdo. ¿Estaban húmedos nuestros labios? Si lo estaban es que te regué, amada violeta. Debí abonarte, para que te hicieras la ilusión de que tu amado te regalaba unos lindos pendientes. ¿Te aboné o te los regalé? Sin duda, cariño mío, tienes un amado loco, que todo lo confunde, desde una mujer a una violeta, desde el agua a la humedad de unos hermosos labios, desde un abono a unos pendientes. ¡Pena de hombre que te ha tocado, violeta mía!
Ah, se me olvidaba: esta mañana soñé despierto que entrabas en mi habitación cuando estaba desnudo y me regalabas una rosa para conquistar aún más mi amor. ¡Cómo sabes enamorarme, cariño mío!
Recibe mi más tierno beso en tu hoja más tierna,
Tuyo.

domingo, octubre 15, 2006

Carta a una violeta soñadora (2) "Tu respuesta"

Querida violeta:
Gracias por contestarme. Esperaba tu carta con ansiedad. Cuando llegó el cartero del viento sentí un estremecimiento que jamás había percibido, y hasta del sobre surgió tu perfume de violeta amada. Qué importante, querida mía, son los olores, sobre todo los aromas y los humores personales cuando el cariño preside la existencia: pena que yo no pueda sustituir tu aroma de violeta, y mira que me gustaría, pero bueno, qué voy a hacer; a lo mejor algún día te lo propongo, pero seguro que me dirás que no, que sólo quieres tu perfume de violeta, que no te interesa un nuevo perfume aunque venga de mí por muy delicado que sea; en fin, me sentiré triste, pero terminaré comprendiéndote, aunque estoy convencido de que te convertiría en la violeta que mejor huele del mundo, aunque no sé si eso sería bueno, porque los hombres tratarían de hacerte suya a toda costa, y entonces yo sería un ser muy infeliz, un pobre soñador como siempre lo he sido.
También gracias por la foto que me envías de esos escalones que dices querer compartir conmigo. Acaso, querida mía, ¿te han quitado del alféizar de la ventana del salón? Espero que esa mujer bella que es tu dueña no te esté maltratando, porque como te dije en mi anterior carta, yo la amo a ella porque cuida de ti y te hace una violeta feliz. Sí, desde luego, cariño mío, quiero compartir esos escalones contigo, y haría cualquier cosa por pasar una tarde junto a ti los dos sentados juntos, muy juntos, cogiéndonos de la mano, aunque ya sé que las violetas sólo tienen hojas y flores, juntando los carrillos y posando nuestros labios humedecidos, besándonos al fin con la ansiedad que da el amor cuando se halla en la lejanía, más allá del horizonte, lleno de celajes con millones de matices que no son otra cosa que las dudas originadas por el mismo amor. Me hace feliz, muy feliz nuestra relación amorosa, querida violeta.
Por cierto, en la segunda foto que me envías, diviso el mar al fondo. ¿Cómo es posible que te hayan llevado al mar? Una violeta tan hermosa como tú puede entristecerse por la acción de las aguas marinas. El mar es hermoso, y por grandioso a veces placentero, pero no entiendo qué haces tú al lado del mar. ¿Quién te ha sacado esa foto? Si al menos fueras madre, a lo mejor, te la hubiera sacado tu hijo, con ese amor que ponen los hijos en las cosas que hacen para sus madres, porque de verdad, querida mía, estás guapísima, eres la violeta más linda del mundo. Claro, ha pasado el tiempo, yo no lo mido desde tu ausencia, y has podido tener un hijo que te ha sacado esa foto tan hermosa, al menos quiero pensar eso, porque triste sería que fuera otro hombre.
Tengo algo de prisa, pues es mi hora de soñar despierto, pero seguiré escribiéndote, amada violeta.
Que la brisa acaricie tu tez como si fueran las yemas de mis dedos,
Tuyo.

sábado, octubre 14, 2006

Carta a una violeta soñadora (1) "Añoranza"

Querida violeta:
Me atrevo a escribirte sabedor de que puedo hacerte daño, pero necesito hacerlo, es inevitable, querida mía.
Ya sé que, con aquella decisión de regalarte, perdí para siempre la luz rosada que desprendías y me hacía soñar a menudo, pero como bien sabes, siempre he querido ser sincero contigo, y si no recuerda las veces que acaricié tu maceta, como si fuera un cuerpo desnudo de mujer, para que sintieras mi cariño hacia ti: tal vez por eso quiero aprovechar esta misiva para decirte que, con tu amor, buscaba otro igual de excelso, igual de inmenso, igual de maravilloso sin lugar a dudas.
No sé dónde te tendrán colocada, espero que no sea en un rincón cualquiera, es más, deseo de corazón que ocupes el alféizar de una ventana de salón, ante el majestuoso horizonte, para que me recuerdes siempre, y si es así, te debes sentir una violeta afortunada, porque en ese horizonte estoy yo mirándote y obsequiándote el amor que siento por ti en una añoranza perenne.
Qué grande es la imaginación, querida violeta. Ahora mismo, haciendo memoria de tu imagen, mientras revolvía algunos papeles, encontré unas fotos que tú misma me mandaste. ¿Lo recuerdas? Claro que no podrás recordarlo, porque las plantas como tú sólo regalan aromas y belleza, sencillez y concordia. De todas formas, haz un esfuerzo, querida mía: una lindura que no eras tú, sentada en el bordillo de un parterre, lucía su hermoso palmito valiéndose de unas hortensias florecidas, pero efímeras. Qué equivocada está esa mujer, seguro que tu dueña ahora, cuando muy bien se podía haber hecho la foto junto a ti.
¿Qué tal es ella? Parece que tan bonita como tú. ¿Cómo te trata? Me da la impresión de que es una buena persona. ¿Te cuida bien?, ¿te riega cuando lo necesitas? Espero y deseo de todo corazón que te trate a las mil maravillas. Si ella te ama a ti yo la amaré a ella, no lo olvides, querida violeta; pero si te odiara, no sé qué sería capaz de hacer por ti.
Recibe mi más tierna caricia,
Tuyo