lunes, diciembre 25, 2006

Carta a una violeta soñadora (7) "Doblan las tristezas en la Navidad"

Querida violeta:
Hoy es día de Navidad. Las calles de la ciudad están desiertas, apenas algún mendigo que otro asoma sus narices en busca de lo que sobra a los demás, si es que algo sobra a los demás, aunque estoy seguro de que sí, que sobran muchas cosas, amada mía: penas latentes, incertidumbres buscadas, soledades eternas, alientos turbados, inquietudes perennes, amores no compartidos con plenitud amorosa como el tuyo y el mío, caminos sin andar, bondades equivocadas, rastros maternos y ausencias paternas, amistades perdidas, desamores encontrados, libros sin palabras, pasiones desvirgadas, egoísmos vivientes, sonrisas forzadas, suspiros eternos, caricias azarosas, traiciones embadurnadas, adulaciones pordioseras, llantos falsos, mansedumbres soslayadas, rictus amargos, bajezas penitentes, dobleces mojadas, ayuntamientos beodos o coitos absortos y absurdos y abstinentes, pesadillas arrastradas, horrores marcados, abrazos tormentosos, corazones sin pálpitos, amarguras humilladas, músicas fúnebres y poemas muertos, besos torticeros, torturas dulces, cariños fingidos, vejeces y juventudes confundidas, rescoldos odiados, risas caídas, imberbes matrimonios y maduros matrimonios sin sentido alguno, jodiendas precavidas, fatigados espíritus, astucias desgarbadas, babas intransigentes, sangrías innecesarias, bostezos lerdos, toses toscas y turbulentas, miradas atracadoras, torres de papel, anzuelos tozudos, quejidos sin sombra, almas rotas, mentiras piadosas y mentiras amargas y mentiras ignorantes, pisadas rancias, esfuerzos tenebrosos, eyaculaciones extraviadas, reveses y flujos vaginales y de risa y de palabras y de vientre, rezos malditos, ironías embarradas, pedos flojos y flojeras maquiavélicas, lamentos ridículos, mocos perfumados, rajas labiales, silbos hirientes, bailes distantes, voces quebradas y voces rotas y voces lastimeras, vahos asquerosos, lametones envenenados, fuegos rancios y fuegos malolientes, guiños malabares, tragaluces avizores, deseos baldíos. ¡Cuánto y cuánto, amor mío!
Un día como hoy hice mi esquela, y llevo viviendo seis años desde entonces, seis largos años que cubren el expediente de mi vida hasta aquí, al menos, porque nunca se sabe, querida violeta.
Sabedor de que cuento con tus flores, con tu amor,
Tuyo.

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